lunes, 12 de mayo de 2008

Educación, libertad y laicismo. Jorge Laborda.

Los encontronazos sucedidos los últimos meses entre la Iglesia y el Gobierno, que posiblemente van a prolongarse tras el anuncio de las intenciones de modificar la ley de libertad religiosa y convertir a España en un país más laico, me han hecho reflexionar. Tras meditarlo un tiempo, he decidido salir en defensa de la Iglesia y nada mejor para lograrlo que intentar explicar las razones de su comportamiento.

Como científico creo que la religión y su atractivo para los seres humanos puede ser explicada por la ciencia, y el comportamiento humano inducido por la religión, también. Es igualmente la convicción de muchos otros científicos, algunos de renombre, como el Dr. Richard Dawkins, autor de “El espejismo de dios”. En todo caso, le ruego que lea lo que sigue sin tomárselo personalmente, ni ofenderse.

Veamos, para encauzarnos por el buen camino hacia el entendimiento de lo que sucede entre Gobierno e Iglesia es necesario comprender que cualquier persona, creyente o no, pero especialmente si es creyente, educada en una sociedad marcada por la religión, ha tenido, o aún tiene, su mente racional secuestrada por la manipulación y el adoctrinamiento emocional que, con la mejor de las intenciones, la religión inflige. Este adoctrinamiento es efectuado normalmente en la infancia; en ese momento de la vida en que confiamos ciegamente en la veracidad de lo que los mayores nos dicen; en ese momento en el que carecemos de las herramientas intelectuales críticas para analizar la coherencia de lo que nos prometen.

¿Cómo puede saber que está usted adoctrinado, aunque no lo crea? Muy sencillo. ¿Siente usted malestar si pone en duda y pretende analizar de forma lógica las ideas y valores religiosos en los que cree? ¿Siente usted angustia existencial si teme que lo que cree pueda ser falso? ¿Cree usted que se convierte en peor persona si deja de creer en la religión en la que cree? Si es así se debe a la manipulación emocional a la que le han sometido, que le impide el análisis racional de las ideas religiosas inculcadas en su infancia. ¿Guía usted sus acciones en lugar de por un análisis razonado, por miedo a un castigo eterno, o motivado por un premio de amor y bondad de igual duración? Esto es signo serio de adoctrinamiento. El miedo que le han enseñado a usted a sentir desde su infancia es una herramienta de manipulación emocional particularmente poderosa. El miedo no le permite analizar si lo que cree tiene o no sentido, es coherente, lógico, y sobre todo, es creído en plena libertad. Jamás hay libertad si se siente miedo. En cuanto a la promesa de amor y bienestar eternos, están utilizando sus naturales deseos de felicidad y necesidad de afecto para manipularle. Sorprendentemente esto funciona una y otra vez con todos nosotros y en todas las religiones y confesiones.

Por esta razón me molesta considerablemente la idea de “libertad religiosa”, tal y como se manifiesta normalmente en este y otros países. No me malinterprete. Por supuesto que creo y defiendo el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión […]”. Evidentemente, pero siempre que las creencias sean fruto de una educación en el pensamiento crítico, fruto de una educación en la que no se utilicen las emociones primarias de los niños para adoctrinarlos. Siempre que esas creencias sean resultado de un análisis individual en la intimidad y la libertad de cada uno, y como resultado de la madurez personal. Sin embargo, la “libertad de religión” resulta ser la libertad para seguir adoctrinando las indefensas mentes de los niños. Este tipo de “libertad” constituye un ataque frontal a los derechos humanos. No debería enseñarse religión a los niños antes de que éstos alcanzasen una edad mental compatible con el espíritu crítico y el análisis lógico. Lo contrario es, precisamente, no respetar la libertad, y adoctrinar.

No manifiesto lo anterior como resultado de un odio irracional a la religión ni porque me haya convertido en instrumento del “mal”, lo que algunos pueden sugerir, o hasta creer seriamente. Lo manifiesto desde la experiencia personal de quien estuvo muy seriamente adoctrinado pero gracias a la ciencia, a la lógica y a la valentía personal, ha sabido escapar del adoctrinamiento y del síndrome de Estocolmo emocional al que nos someten los adoctrinadores, quienes a su vez son pobres víctimas del mismo adoctrinamiento que infligen a sus semejantes. Afortunadamente, cada vez son más quienes han sabido vencer el adoctrinamiento infligido en su infancia, y más los afortunados educados en una verdadera libertad religiosa sin adoctrinamiento, que han alcanzando sus propias conclusiones sobre el sentido de la vida y la muerte, sobre dios, o sobre el pecado.

En todo caso es el adoctrinamiento que también sufren los adoctrinadores lo que motiva muchas, sino todas, sus acciones, incluidas las manifestaciones contra quienes, como el PSOE y el Gobierno Socialista, defienden mejor o peor el progreso hacia el laicismo, el cual creo debe consistir principalmente en limitar o evitar el adoctrinamiento público en las escuelas del Estado. Como mal menor, que al menos el adoctrinamiento de los niños se limite a una actividad privada realizada en el seno de cada familia y de la que sean responsables los padres. No es que esté bien, pero habrá que aceptarlo ya que no es democrático prohibir la actividad o las creencias religiosas. Si la religión organizada ha de desaparecer en el futuro solo será posible mediante la educación en el pensamiento crítico, mediante la educación en la dignidad de la infancia y de los seres humanos, la educación en la libertad y en la integridad de la identidad intelectual de cada cual. Solo una persona educada en estos valores puede libremente decidir ser ateo. Mientras esto no sea posible, no respetaremos una verdadera educación en libertad. Y no hablamos ya de libertad religiosa sino de libertad y capacidad objetiva para creer o no.

En mi opinión, pues, la mayoría de los seguidores de una religión no son libres. Están adoctrinados y además sufren del síndrome de Estocolmo y aman a sus adoctrinadores. Si esto no justifica sus acciones contrarias a la libertad e integridad intelectual, al menos las explica. Viven esclavos de ideas imposibles que controlan sus mentes. Tengamos piedad de ellos, porque realmente la necesitan.

Deseo expresar mi agradecimiento al Dr. Alberto López Nájera por sus comentarios en la elaboración de este artículo.

Jorge Laborda Fernández - Quilo de Ciencia.