lunes, 9 de marzo de 2009

La ética periodística de La Tribuna

Una actuación indignante de la prensa local más clerical del kiosco de Albacete es la acaecida con la actuación del diario "La Tribuna" y su columnista Garce, en referencia a la réplica que envié sobre el artículo "El Titanic, Nietsche y el autobús".

Como he indicado en el post anterior, envié un artículo de réplica el día 6 de marzo. Conociendo la tendencia de La Tribuna, no albergaba esperanzas de que me dieran el derecho a réplica, ahora bien, aún sabiendo la forma en que entienden el periodismo en este medio, tampoco esperaba que pasaran la réplica a Garce para que pudiera contestar a mi réplica no publicada. No sólo no publican mi réplica, sino que le dan a Garce la opción de replicar a la misma sin concederme la palabra.

Desde luego, creo que son libres en La Tribuna de publicar o no las aportaciones no pedidas que les llegan, pero este proceder indigno indica, a las claras, una peculiar forma de entender el periodismo que es, como mínimo, poco profesional, y todavía menos ético. Aunque bien es cierto que pedirles moralidad a estos defensores del ultra clericalismo es pedirles peras al olmo.

Aquí tenemos la réplica a mi réplica de Garce. En realidad una colección, mal escrita y peor hilvanada de unos insultos carentes de argumentación. Se nota que estaba enfadado por no tener nada a lo que recurrir.

En fin, ladran, luego cabalgamos, como el dicho que, erróneamente, se le atribuye a Don Quijote. Al menos sirve para desenmascarar el modus operandi de quiénes están al otro lado de la línea.

Desprestigia que algo queda
Por GARCE

Publicado en La Tribuna del 9 de Marzo.

Era uno de los lemas del nazismo, del fascismo y del comunismo, cuando del supuesto enemigo se trataba. Y daba igual que lo fuera en la realidad o no. El caso era desprestigiar a un grupo, a un colectivo o a una persona. Hemos asistido estos días al mismo sistema empleado en el siglo pasado desde las ideologías que mancillaron al mundo, lo intentaron esclavizar y provocaron dos guerras mundiales. Esto no es una opinión personal. Son hechos que están ahí, en la historia, a la vuelta de la esquina.

No le voy a dar vueltas a los métodos empleados, ni a señalar con el dedo a nadie, porque, amigo lector, tú lo has estado viendo y oyendo lo mismo que yo. Se trataba de unas elecciones autonómicas. Y en pura democracia tendrían que ser sólo eso, elecciones autonómicas. Pero había que destrozar al adversario nacional, o sea, a los partidos nacionales enfrentados. Los unos por fas y los otros por nefas. Y no faltaba día que no encontráramos en los telediarios y en los rotativos más importantes, algún político corrupto y ya condenado por los medios de comunicación. Dentro de meses o años, a lo mejor no hay pruebas, o no se ven indicios siquiera de corruptos y a la calle, a su casa. Es decir, la presunción de inocencia que llaman es agua mojada, si se trata de un político. Algo así parece que ha ocurrido con el presidente de la Diputación de Alicante.

Pero es que, después de las elecciones, después de perder, después de dimitir, todavía la culpa la tienen el ganador, aquel que fue desprestigiado, vilipendiado y demás sistemas de degradación política. Vamos, como si se tratara de desplumar una gallina. ¿Quién le pondrá las plumas?

Pero llevamos unos años en los que no pasa día en el que no se oiga o lea algún hecho o dicho para desprestigiar a la Iglesia Católica. Las demás confesiones no son dignas de preocuparse por ellas, porque según quienes desprestigian a la Iglesia parece que los demás son excelentes ciudadanos. El clero católico parece el causante de todos los males de esta nación, todavía llamada España. Ninguno de los desprestigiadotes pone el dedo para señalar a Cáritas, ni a Manos Unidas. Ni siquiera a los asilos-residencias de monjas dedicadas a cuidar a los viejos, que mandan precisamente los desprestigiadores antes nombrados. Ni menos a los comedores abiertos en las parroquias para alimentar a los que empiezan a padecer hambre y miseria, incluso después de que sólo algunos cobraron los 400 peregrinos euros de la promesa electoral. Ni se preocupan de los enfermos terminales atendidos por las mismas instituciones que los cristianos mantienen con sus donativos generosos. Es que no interesa dar prestigio a tales instituciones, precisamente dirigidas y sostenidas por la Iglesia Católica.

Supongo que algunos todavía tienen en sus genes el odio y la rabia de sus antepasados. Aquellos de 1830 y pico que propalaban en Madrid y en otras ciudades española, lo de que los frailes habían envenenado las aguas de las fuentes. El pueblo se lo creyó y murieron en dos días cerca de cien clérigos y monjas. Ahora no dicen tales barbaridades, pero mandan artículos y cartas a los periódicos en los que parecen hijos de tales propagandistas anticlericales. En otros tiempos se les llamó comecuras. Lo que pasa es que estamos en el siglo XXI y tales mentiras no llegan a más allá de un día en los medios de comunicación, porque los ciudadanos estamos más informados que en el siglo XIX.

De todas formas, aunque hoy no sean tan trágicas las consecuencias de una mentira, sí destrozan el prestigio y la dignidad de las personas. Porque los de desprestigiar para que algo quede tiene vigencia en el siglo XXI.

Postdatario. Uno quiere ver siempre vencedor al equipo de su ciudad. Pero es que cuando lo ve jugar se le cae el alma. Con tantos millones en juego y que no suden la camiseta es de Juzgado de guardia. A lo mejor la cantera, en unos años, sin tanto sueldo, hacía un equipo mejor. ¿Por qué no probar?

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